martes, 25 de octubre de 2011

Del tranquilo infierno al tártaro

Solo faltaban algunos minutos para poder entrar a la primera comunidad de Guatemala, en cierta parte del camino el camión se detuvo abruptamente. El chofer recibía una llamada que lo estaba estremeciendo y le cambiaba el color de la cara. Al terminar su llamada, se quedó en silencio por algunos segundos, estaba en estado de shock. Cuando logro volver en sí, nos pidió toda la atención posible, pues lo que nos diría sería muy delicado.

Nos dijo que la llamada que recibió era de un delegado de la embajada. Que a unas cuantas horas de que el autobús saliera de Guatemala hacia México, buques de guerra llegaron a las costas y de inmediato comenzaron a masacrar a diestra y siniestra, sin llegar a dar alguna explicación o algún motivo de la brutalidad que estaban ejerciendo. Después arrastraron todos los cuerpos en un montículo y les prendieron fuego.

Después de que nos contara todo lo que había pasado, comenzó la preocupación, el miedo, el pánico, las ganas de bajarse de ese camión y tirarse por el primer barranco. Pero no, teníamos que seguir adelante. Nos dispusimos a guardar la calma, y proseguir. Al parecer, la zona afectada ya estaba libre de la fuerza militar, por lo que pasaríamos inadvertidos y sin ningún problema.

Desde el comienzo del camino y por la orilla de la carretera, vimos cosas espeluznantes; cientos de cuerpos crucificados, desollados, decapitados, mutilados y quemados. Era el retrato mejor obtenido del legendario tártaro, donde seguramente los castigos serian más piadosos.

Indudablemente, los alemanes estaban en busca de algo, no sabemos qué, pero estamos seguros que es algo relacionado con lo que están haciendo en México.

Unos kilómetros más adelante, con la misma vista desoladora, pudimos ver a lo lejos una persona que clamaba ayuda. El chofer rápidamente detuvo el autobús y algunos bajamos para auxiliarlo. Nos contó que cuando llegaron los alemanes, rápidamente cortaron las comunicaciones, y comenzaron a golpear a la gente y solo querían a los mexicanos que se estuvieran escondiendo dentro del pueblo. Pero ellos al explicarles que no había nadie escondido, comenzaron a disparar; y lo demás ya lo sabíamos.

Aquella persona solo se salvó de milagro, pues solo tenía algunas quemaduras, pero su dolor más grande era el haber perdido su pierna izquierda y la mano derecha. Lo subimos al autobús para asistirlo mejor y buscar un hospital o algún lugar más adelante, donde lo pudieran ayudar.

No hay marcha atrás, tenemos que seguir adelante. Aun nos perturba el saber cuánto avanzó la situación en México, pues como vimos, se está extendiendo, y ya no estaremos tanto tiempo seguros.

domingo, 16 de octubre de 2011

Al fin y al cabo un infierno

Siete miserables semanas, 42 horribles días, 1008 dolorosas horas. Todo este tiempo sufriendo por dejar todo atrás. Todo por lo que luché, por lo que me esmeré, lo que juré nunca abandonar; todo esta derrumbado. Mi casa, mi ciudad, mi país, mi familia, ahora son cosas que solo quedarán en mi mente y en el pasado. Tener que huir para poder salvar tu vida, es la primera y única opción que me queda.
Son las tres de la mañana y el autobús no arranca. El ejército casi nos pisa los talones y aún estamos a la espera de más gente. A través de buenos contactos, un pequeño grupo consiguió un transporte para ponernos rumbo a Guatemala; lugar en el que nos darán algo semejante al asilo político.  De cualquier forma estaremos a salvo por lo menos un tiempo.
Después de la promulgación de la Ley Roja, otra ley se le unió a esta: la Ley Grial. Esta ley no solo afecta a gente enferma, sino también a toda aquella que no cumple con un estándar educativo, pues según ellos, una mala educación propicia una manera primitiva de ver y entender las cosas, lo cual a su vez provoca opiniones y conductas no favorables para el nuevo país.
Miles de personas que no rebasan ni siquiera una educación básica, se ven obligadas a ponerse en manos del ejército, pues como era de esperarse, muchos no tendrían una manera de huir de este lugar. Aunque yo no poseo ese problema, tampoco quiero seguir siendo testigo de acciones tan violentas e inhumanas.
Bastante tuve la semana pasada, presenciando la inauguración de la copa de purificación. Como si no fueran suficientes sus centros de concentración, estos animales hicieron del Campo Marte, uno de sus centros de entretenimiento; pues al existir tanta gente afectada por estas dos leyes, tenían que encontrar alguna forma de divertirse con ellos.
Dicha copa de purificación, no es más que la copia de un circo romano en pleno siglo XXI. Toda la gente es llevada al centro del lugar, la bañan en sangre de animales, dejan que pase un tiempo, y después, se abren unas pequeñas rejas de donde salen hambrientos leones. El edifico es testigo entonces, de una más de las horrendas diversiones de estos bufones.
Entonces, que más da si me voy, si me alejo de este lugar, si dejo atrás todo; así, ya nada tiene sentido. Despertar cada día y escuchar disparos, gritos, lamentos; no es algo que me ayude a recuperarme. Estoy seguro de que las cosas estarán mejor en otra parte; donde no exista un cielo cargado con nubes de cenizas rojas.         

lunes, 3 de octubre de 2011

Un lugar llamado infierno

Era sábado por la mañana, uno de esos días en los que se prefiere un buen café, y quedarse acobijado en el sillón mientras se disfruta de un buen libro; pero en realidad eso solo será mi deseo, pues como están las cosas, no lo veo posible.

Hace ya un año desde que México quedo anexado completamente al Gobierno nacionalsocialista de Alemania, y como era de esperarse, sus fuerzas militares han hecho profundos estragos en todos los rincones del país, sin esperanza alguna de que alguien pueda hacer algo al respecto.

Apenas hace tres días, sin escalas, directamente de Alemania, llego la horrible noticia, se aprobaba la Ley Roja, misma que no tardaron en ejecutar, la cual, promete acabar con todo lo que para ellos es sucio. Sin importar sexo, religión, ideología política o poder,  desde los niños hasta los ancianos, todos son castigados con infames torturas, asesinados a sangre fría, la razón solo es una: no somos dignos, y es que el solo hecho de portar cualquier tipo de enfermedad, desde la más simple hasta la más mortal, nos degrada, nos convierte en nada, y nos otorga el privilegio de morir de una manera cruel y abominable.

Tan rápido como aprobaron todo este holocausto, las principales plazas, estadios, parques, escuelas e iglesias se han convertido en verdaderas bocas del infierno, centros de concentración, en donde el destino de cada persona es tomado entre las manos sádicas de la fuerza militar. Desde simples latigazos, hasta elaborados aplastamientos, el catalogo de martirios hace que la mejor película de horror sea una caricatura para niños.

Más que terminar rápido con el dolor, disfrutan sus crueles torturas, de las que, lamentablemente nadie puede escapar. Ya terminada su función de placer sádico, y aun habiendo cuerpos retorciéndose por el dolor, junto con los ya muertos, todos son trasladados a grandes hornos para que no quede nada. Lo único que se escucha son gritos ahogados implorando piedad, al final todo queda en un puñado de cenizas que llegan a tornarse en un particular color rojo.

El resto de la población es obligada a ver todo lo que pasa a su alrededor, con la advertencia de que pasará lo mismo en el momento en que crucen la línea, y se conviertan en gente enferma. Al ver y oler la nítida fragancia de la muerte, muchas personas preferirían estar ahí dentro, hacer más corta su espera y embarcar de inmediato ese ferry de dolor y muerte, pues tarde o temprano, su historia terminará de esta manera.

Tal vez esto parezca demasiado pero no hay otra historia, no existe otra versión para todo esto, solo es la cruda realidad. Me parece una pesadilla, pero la diferencia entre las que solía tener cuando era niño, es que esta sí es de verdad.

Las redes de comunicación han sido bloqueadas. Solo por medios clandestinos, podemos informarnos de lo que pasa en otras ciudades. El Gobierno de Estados Unidos no puede hacer nada al respecto, pues ahora se desvelaron sus verdaderas intenciones: aliarse con Alemania y participar en esta hecatombe, para así poder obtener una fracción más  de nuestro ya fragmentado país. Nos hemos enterado de que la mayoría de la población está abandonando el país para irse hacia el sur. Estoy comenzando a creer que es una buena opción, pero que, aun así, tarde o temprano, ese gobierno y su Ley Roja, nos alcanzarán hasta dejar todo en cenizas rojas.